domingo, 29 de diciembre de 2013

LA IMPORTANCIA DE DORMIR

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Dormir es una sana costumbre. De hecho, la razón del porque los bebés duermen tantas horas, es porque los mecanismos de construcción y determinadas funciones hormonales, sólo se activan durante las horas de sueño (algo directamente relacionado con la producción de hormona del crecimiento que ocurre principalmente durante la noche). 


Algunas de estas funciones y regulaciones fisiológicas, bioquímicas y metabólicas, operan según el llamado ritmo circadiano (del latín: circadia = alrededor del día) que es un reloj biológico que basa su funcionamiento en la fotoperiodicidad, es decir el los flujos de luz mediante la melatonina, tratándose además de un potente antioxidante (más incluso que la vitamina E) que protege nuestras células. 

El canal o medio que emplea nuestro organismo para identificar la luz ambiental son las moléculas fotosensitivas o fotorreceptores. Diversos estudios sugieren que las secreciones hormonales están íntimamente ligadas a factores ambientales, incluido el ciclo luz/oscuridad, factor estrés o cambios periódicos en los niveles de actividad y los patrones alimenticios. Aparte de todas estas funciones reguladoras, la melatonina está siendo objeto de diferentes estudios pues además de ser antioxidante para todo el organismo, esta función parece ser especialmente beneficiosa para las células nerviosas a favor de una mayor capacidad de traspasar la barrera hematoencefálica y llegar a ellas.




Este reloj circadiano, localizado por los científicos en el hipotálamo anterior, es el medio principal de información temporal rítmica que emplea nuestro organismo para regular la mayoría de procesos fisiológicos en el organismo, de ahí que alterarlo signifique alterar parte de estos ciclos orgánicos, de hecho, alterar nuestro ritmo de sueño, llevar una vida estresada o no controlar nuestra alimentación, puede ser uno de los factores desencadenantes de que nuestro sistema hormonal no funcione correctamente



Nuestro reloj sufre alteraciones por ejemplo durante los viajes transoceánicos donde el cambio horario impone una sincronización obligatoria de este. Cuando esta sincronización es permanente, por ejemplo en personas que deben trabajar durante la noche y dormir durante el día, personas con habituales costumbres de ocio nocturno o personas que viajan frecuentemente en donde se ha observado una disrupción crónica del sueño que a la larga tiene efectos sobre la salud y se traduce en persistentes estados de ansiedad o alteraciones del carácter

Existen también evidencias científicas de que una de las principales funciones del sueño es la restauración del almacenamiento de energía en el cerebro y la consolidación de la memoria. Lo que ocurre cada vez con más frecuencia en nuestra sociedad es que convivimos con estimulantes como la cafeína o la nicotina para continuar “en marcha” cuando nuestro reloj biológico lo que realmente nos está pidiendo es dormir. Cuando ya hemos desincronizado nuestro reloj interno, entonces es al contrario, es decir, nuestro cuerpo nos pide estar despiertos, ante lo cual luchamos con fármacos sedantes e hipnóticos.

Gracias a este panorama, se han instaurado en nuestra sociedad diversos mitos como que “dejar de fumar engorda”, cuando lo que ocurre realmente es que; sin saberlo; teníamos acelerado nuestro metabolismo de forma anti-natural con un estimulante como es la nicotina. Algunos estudios revelan que la nicotina disminuye la sensación de hambre y que existe un cierto estímulo en la secrección de adrenalina, sin embargo la afirmación real no es que dejar de fumar engorde, sino que la ansiedad que produce dejar el hábito al que teníamos enganchado a nuestro cuerpo, nos hace comer más y eso es lo que engorda




La solución es sencilla: ante la ansiedad que provoca la deshabituación al tabaco existen diferentes ayudas de tipo farmacológico y ante la “desaceleración” de nuestro metabolismo, existe un medio natural y muy beneficioso de conseguir los mismos resultados: hacer ejercicio. Pensamos incorrectamente que los estados alterados de conciencia como la tranquilidad o el cierto sosiego que produce fumar o beber son el estado natural de nuestro organismo cuando es precisamente lo contrario: lo verdaderamente natural es no necesitar tener un cigarro entre los labios.

Otros estudios proponen que los trabajos nocturnos que limitan las horas de sueño desencadenan problemas de estrés con más frecuencia que los trabajos diurnos y que ello ocasiona disbalances metabolicos que desembocan a su vez en una mayor incidencia de obesidad y consumo excesivo de alcohol, esto último asociado de forma inherente a los procesos de estrés continuado, los cambios de carácter y por supuesto a la obesidad. También parece que la falta de horas de sueño tiene una acción directa sobre el receptor cerebral Gaba, que es afectado por el efecto hipnótico de las benzodiacepinas y los barbitúricos que se emplean para inducir al sueño de forma artificial mediante la descarga de neuronas noradrenérgicas. 



De igual forma que el exceso de alcohol altera la acción del neurotransmisor Gaba provocando cambios de carácter, la misma línea conductora podría seguirse para explicar el porque de los cambios de carácter en personas que duermen menos de lo necesario ya que es un neurotransmisor directamente relacionado con los grupos neuronales facilitadores del sueño. Algo que está científicamente demostrado es que a acción beneficiosa de la hormona del crecimiento y la melatonina se ve seriamente interrumpida si a su vez interrumpimos las horas de sueño, por tanto estamos hablando de efectos bioquímicos que más tarde o más temprano repercutirán en nuestro aspecto y evidentemente en nuestro rendimiento mental y físico.


Dormir para memorizar, dormir para concentrarse


En ocasiones pensamos que los desarreglos metabólicos que produce el hecho de no dormir tienen sólo que ver con sintomatologías como el cansancio y que desaparecen haciendo simplemente lo contrario, es decir, dormir. Sin embargo las costumbres erróneas crónicas suelen producir desajustes crónicos, o lo que es lo mismo: si seguimos costumbres poco sanas para nuestro cuerpo y nuestra mente, volver a “estar sanos” no es una cuestión simplemente de cambio de actitud.

Es necesario que el tratamiento corrector (dormir más, alimentarse adecuadamente o hacer ejercicio) haga sus efectos. Es además muy importante destacar que los primeros síntomas provocados por la restricción del sueño son a veces casi invisibles puesto que afectan más al cerebro y sus funciones cognitivas (memoria, capacidad de atención y concentración, capacidad de aprendizaje)… que al propio cuerpo.  



En este sentido apuntan también algunas investigaciones que indican mediante pruebas como la tomografía de emisión de positrones (PET), que la actividad del cerebro humano es mucho mayor durante la etapa de sueño REM en personas que han sido previamente entrenadas en pruebas de aprendizaje. Esto dejaría vislumbrar la posibilidad, bastante sólida según los especialistas, de que la etapa REM tiene una función importante en la consolidación de tareas aprendidas durante el día e incluso en la fijación de la memoria y los hechos vividos. Incluso la sana y mediterránea costumbre de hacer la “siesta” podría explicar por estas razones sus efectos reparadores ya que se constituye básicamente de etapas de sueño REM. La etapa REM adquiere su nombre de “Rapid Eye Movement” o “movimiento rápido de los ojos” y se trata según los expertos de la etapa en que más se sueña.


El sueño y el sistema inmunitario

  
Dormir es además un aspecto fundamental para mantener nuestro sistema inmune en forma. Esto es algo en que los especialistas han llegado a un acuerdo bastante armónico: se sabe por ejemplo que las citoquinas pro-inflamatorias producen un incremento del sueño de ondas lentas (SWS), mientras que las citoquinas anti-inflamatorias inhiben el sueño NREM, también se cita muy generalizadamente a la prolactina y hormona del crecimiento, algo que podría asociarse con la sabiduría popular que nos decía de pequeños, que crecíamos al pasar unos días en cama con gripe. 

Numerosos investigadores y médicos nos indican que el sueño de ondas lentas tiene una asociación directa con la secreción de hormona del crecimiento en el ser humano, nombrando también a la interleucina 1 y la prostaglandina E2, decisivas desde el punto de vista inmunológico. La hormona del crecimiento tiene un efecto anabolizante y se segrega principalmente durante las etapas de sueño más profundo. Esto es importante, puesto que parece demostrado que los niños que sufren de trastornos del sueño o que no duermen las horas necesarias, no sólo verán disminuido su rendimiento escolar y físico, sino que también pueden padecer problemas de crecimiento.




La realidad fisiológica es que las restricciones de sueño han demostrado alterar el sistema inmunitario, algo ampliamente estudiado en los efectos del estrés sobre las respuestas inmunes, sabiendo también que los niveles de cortisol del cual hemos hablado en referencia al estrés, aumentan tremendamente en estados de déficit de sueño, en los que también se involucran endorfinas, metencefalinas, hormona estimulante de la tiroides (TSH) y hormona adrenocorticotropa (ACTH). El efecto consiguiente de la falta de sueño es una degradación sistemática de la eficacia del sistema inmune y del control del sistema endocrino

También se han observado ciertas alteraciones de las función endocrinas inducidas por la privación de horas de sueño, en concreto de unas cuatro horas de sueño durante seis días, apareciendo anomalías en el metabolismo de los carbohidratos, con una tendencia a la aparición de diabetes. Y ya que estamos hablando también de nutrientes, es significativo también apuntar que no son pocos los estudios como el de la Universidad de Stanford en E.E.U.U que citan dos hormonas, la leptina y la grelina implicadas en la regulación del apetito y en la sensación de saciedad, asegurando que la duración del sueño puede interceder como un regulador del metabolismo y también del peso corporal.



Como vemos, por lo general los aspectos más nocivos para nuestro cuerpo son aquellos que nos apartan del “estado natural”. No dormir no es natural, ni tampoco lo es comer alimentos procesados (la naturaleza no provee de alimentos procesados). De igual manera, estar obeso y vivir apoltronado en un sofá tampoco es natural… y no debería serlo trabajar de noche, pero estamos hablando de salud, no de circunstancias sociales ni económicas. De hecho, hemos substituido gradualmente el regulador natural del sueño -la luz-, por reguladores artificiales como la nicotina, la cafeína o los sedantes farmacológicos. 

A la vez, empleamos fármacos y otras substancias para eliminar el exceso de grasa y nos sometemos a restricciones calóricas para adelgazar (es más natural y tiene efectos más beneficiosos aumentar el gasto calórico incrementando los niveles de ejercicio físico).


Otro aspecto importante del que hablare en otro post, es la hormona del crecimiento o HGH (hormona del crecimiento humano). Esta hormona se segrega de manera secuencial cada noventa minutos aproximadamente. Sus secuencias máximas de secreción son nocturnas, por lo que al romper o dificultar su flujo natural de secreción evitamos también la interacción directa con otras hormonas que interactúan directamente con la HGH como la IGF-1 que determina entre otras cosas la velocidad o aceleración de nuestro metabolismo y la asimilación correcta de los hidratos de carbono, ya que esta hormona es liberada en base a diferentes patrones de estímulo entre los que podemos encontrar la actividad física. 



Luis Perea

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